lunes, 21 de marzo de 2011
La decisión del último Rockefeller
Los esfuerzos para instalar a un Rockefeller en la Casa Blanca han sido recurrentes en la política norteamericana de toda la segunda mitad del Siglo XX. Primero todo hacía indicar que alguno de los cinco privilegiados nietos de John D. Rockefeller lo lograría.
Winthrop Rockefeller fue enviado a Arkansas para hacer su contribución a la reforma del Viejo Sur y alcanzó el puesto de Gobernador como un republicano reformista favorable a la integración racial en las escuelas y contrario a la pena de muerte, pero un cáncer de páncreas acabó en cinco meses con su vida cuando tenía 60 años.
Nelson Rockefeller fue Gobernador de Nueva York durante más de una década e intentó por tres veces hacerse con la nominación presidencial republicana. Falló las tres veces. Alcanzó la Vicepresidencia al final de su vida gracias a la aprobación de la Enmienda 25 de la Constitución que por primera daba legitimidad a un gobierno encabezado por un Presidente y un Vicepresidente que no habían sido elegidos en las urnas -antes las vacantes de la Vicepresidencia no se cubrían hasta la siguiente elección presidencial-. Pero ni los dos atentados contra la vida de Gerald Ford en septiembre de 1975 pudieron elevar a un Rockefeller hasta el Despacho Oval.
En los 80 y 90, Jay Rockefeller reunió las esperanzas políticas de toda la familia. Jay era uno de los 24 biznietos de John D. Rockefeller, conocidos como los Primos Rockefeller, sobrino de David, Nelson y Winthrop. Siguiendo la tradición familiar, se había casado con la hija de un político -del Senador Charles Percy-, se había afiliado al Partido Republicano, y se había instalado en Virginia Occidental.
Pero era un Rockefeller, y los Rockefeller y los mineros de las tierras carboneras de los Apalaches no hacían buenas migas desde que en 1914 dos centenares de rangers financiados por la Colorado Fuel and Iron Company, propiedad de su bisabuelo, masacraron en Ludlow a varios mineros del carbón y sus familias cuando mantenían una huelga para reclamar mejoras en sus condiciones laborales. Así que para triunfar en la política de Virginia Occidental, Jay se pasó en 1966 al Partido Demócrata y se unió a la Guerra contra la Pobreza declarada por el Presidente Johnson.
Fue elegido Gobernador de Virginia Occidental en 1976 y Senador en 1984. Sonó para la Presidencia en 1988 y 1992. Entre mayo y agosto de 1991 fue el político que más atención atrajo entre los demócratas. Recibía enorme publicidad como presidente de la National Commission on Children, un panel federal encargado de evaluar los programas de educación y sanidad infantil. Paul Tsongas era el único candidato presidencial confirmado, Cuomo no había cambiado de opinión todavía, y a falta de grandes nombres, el apellido Rockefeller hacía de Jay uno de esos candidatos que los medios de comunicación suelen esperar con los brazos abiertos.
Su cuenta corriente garantizaba la solvencia de una hipotética campaña presidencial. En 1980 había aportado 12 millones de dólares de su propio bolsillo para su campaña de reelección como Gobernador de Virginia Occidental, haciendo de la suya una de las campañas estatales más caras de la historia de EEUU. Por si fuera poco, contaba con el apoyo de Pamela Harriman, la mayor recaudadora de fondos del partido en la época.
"Diría que en este momento la puerta no está cerrada. La puerta está abierta. Lo estoy pensando," dijo en el mes de mayo después de sí haber cerrado la puerta en marzo. En el mes de junio inició una gira por 17 ciudades con dos própositos: visitar barrios marginales de ciudades como Nueva Orleans o Miami aprovechando su labor para la National Commission on Children para ganar prestigio y visibilidad; y mantener encuentros privados con activistas y participar en actos de recaudación de fondos fuera de su estado -la más importante en la casa de un rico abogado en los suburbios de Atlanta-.
El 7 de agosto convocó una rueda de prensa para decir que a pesar de todo no se iba a presentar. Fuentes próximas citaron como razón la ausencia de un plan más elavorado para la Presidencia, y sobre todo razones personales, lo típico, en concreto la incompatibilidad de una candidatura presidencial con la vida profesional de su mujer, presidenta de un canal de televisión público en Washington DC. ¿La verdadera razón? Que dada su condición de pez gordo no podía competir para no ganar, porque eso no le permitiría seguir siendo viable en 1996, y su cabeza estaba en 1996. Nunca creyó en 1992.
Fue descorazonador para los líderes del partido. Pudiera o no ganar a Bush, Rockefeller garantizaba al menos una campaña robusta y profesional. A escaso medio año de las primarias, sólo los candidatos de segunda fila daban pasos al frente. Mary McGrory escribía en el Washington Post: "Están bastante resignados a la idea de que la elección presidencial de 1992 se decidió durante la Operación Tormenta del Desierto, y se han dado cuenta de que puede que no se quiten la arena de sus zapatos hasta el día de Acción de Gracias, con suerte."
*Ver rueda de prensa del Senador Rockefeller anunciando que no sería candidato (07-08-1991)
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2 comentarios:
Y ya no quedan más Rockefeller presidenciables?
Puede que haya alguno en el futuro, entre lso tataranietos, pero ahora mismo no.
Entre los biznietos, además de Jay, había otro político, Win Winthorp, hijo de Winthorp, que fue Vicegobernador de Arkansas. Republicano. Pero murió muy joven también como su padre.
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