En 2004, John Kerry clasificó a sus candidatos para running-mate en tres grupos, pensando en el calendario electoral. Ryan Lizza lo recordaba en New Yorker hace cuatro años.
In 2004, when John Kerry was conducting his search for a running mate, he divided his options into three groups, based on the electoral calendar. “Kerry said you can pick either a Mr. August, a Mr. October, or a Mr. January,” David Wade, who was Kerry’s press secretary at the time and is now serving in that role for Biden, told me. “In a perfect world, you have someone who is all three.”By Kerry’s logic, Sarah Palin, the Alaska governor, whom John McCain named as his running mate, was an August pick, a choice made by a candidate who was falling behind and needed to re-start his campaign at his nominating Convention. An August pick can also help unite a party after a divisive primary. An October pick, too, tends to be political—someone with strong, even strident campaign skills, who might help to carry a state or a demographic group. Kerry’s choice—John Edwards—may have fallen into that category.
August and October picks have become something of an anachronism, and in that way Palin is a throwback to an era when Vice-Presidents were chosen by party professionals, strictly for electoral reasons. In office, they had little influence; sometimes, at the whim of the President or out of political expedience, they were dumped from the ticket. Abraham Lincoln dumped Hannibal Hamlin for Andrew Johnson in 1864, and F.D.R. got rid of John Nance Garner in 1940 and Henry Wallace in 1944 (replacing him with Harry Truman). Probably the greatest failure in the job since the Second World War was Spiro Agnew—the relatively unknown governor of a small state, Maryland, with no experience of Washington. It is hard to avoid comparing Agnew’s qualifications with Palin’s, despite all the talk about her “maverick” spirit, her role as the first female on a Republican national ticket, and her presumed appeal not only to the “base” but to disaffected Hillary Clinton voters. Like McCain, Nixon picked someone he knew would surprise people. Like Palin, Agnew was unleashed to attack the élites of his day and the press—“an effete corps of impudent snobs.”
Every Presidential candidate professes to want someone with the ability to help govern the country, and, in fact, the January running mate has become more common. Not surprisingly, the most powerful modern Vice-Presidents have been politicians who had congressional experience and long Washington résumés—Walter Mondale, George H. W. Bush, Al Gore, and Dick Cheney. The January pick has increasingly become a good October choice, too. In recent elections, running mates chosen more for political reasons have fared less well than veterans.
3 comentarios:
Esperaba que al fallo sobre el Obama-care siguiese un cierto crecimiento de Obama. Sin embargo, no ha sido sí. Los sondeos diarios muestran que se mantiene la situación, con un pequeño crecimiento de Romney. Los datos sobre donaciones son pésimos para el presidente. En fin, tiene una bala menos. Creo que se lo va a jugar todo a la carta de la economía y el paro.
Es difícil que nada tenga un impacto grande en la intención de voto en estos días de verano. Lo que ocurre en estos días influye de manera más indirecta, contribuyendo a establecer el argumento de la verdadera campaña que llegará después de las convenciones. Pero no tiene un impacto directo importante en la intención de voto porque una mayoría de la gente no empezará a prestar atención hasta finales de agosto principios de septiembre.
Tengo la impresión de que los debates tendrán mucho peso este año, como ya vimos durante las priamrias, que tuvieron más peso de lo que es habitual. Sobre todo porque de ellos saldrán los temas que dominarán la campaña en dáis posteriores. Y ya cuando falta poco para las elecciones, eso puede ser decisivo para el resultado final.
Tengo la impresión de que Team Romney está reservando ideas para plantearlas en los debates como algo nuevo, precisamente con ese propósito, para establecer de qué se va a hablar en las últimas semanas de la campaña.
Mientras que Obama está buscando golpes de efecto desde muy temprano. También está gastando más en publicidad hasta ahora. Con eso ha conseguido cambiar la conversación hacia temas que le venían mejor. Pero si no se guarda nada para la recta final, puede tener dificultades para hacer que se hable de lo que él quiere que se hable.
Y la estrategia de Romney también tiene su parte de riesgo. Y es que manteniendo un perfil bajo hasta la recta final, corre el riesgo de que su rival lo defina negativamente antes de que él pueda definirse.
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