martes, 15 de marzo de 2011
Las lágrimas públicas de Pat Schroeder
En mayo de 1987, la Congresista Pat Schroeder se disponía a tomar un vuelo de Washington a Denver cuando fue abordada por un periodista de Associated Press interesado en conocer si ocultaba alguna ambición presidencial ahora que su colega y amigo Gary Hart, cuya campaña había co-presidido, se había retirado de la contienda. "Siento que tengo que pensarlo seriamente," le respondió. Cuando su avión aterrizó en Colorado ya había reporteros esperando a que confirmara lo dicho.
A pesar de sus quince años de servicio en el Capitolio, no se la consideraba un peso pesado y nunca había ocupado puestos de liderazgo en el grupo parlamentario. Se había dedicado a "asuntos femeninos" como la pediatría o la educación infantil, la reforma de las pensiones de viudedaz, el aborto, y la equidad de género. Pero sí había ganado notoriedad mediática gracias a su atractivo de imagen, incluído cierto parecido físico con Greer Garson, antigua estrella de cine, y a un estilo verbal incisivo, especialmente agudo para las frases cortas. Fue ella quien acuñó lo de "Presidente teflón" para referirse a Reagan, y quien describió a los contratistas militares como "reinas de las ayudas sociales (welfare queens) de los años 80."
Se dejó seducir por unos medios de comunicación que la incitaban a presentarse, anhelando encontrar a alguien que pudiera animar una campaña que había perdido su principal atractivo con la renuncia de Hart. Prueba de que ni ella misma había considerado con una mínima seriedad una candidatura presidencial hasta la pregunta del reportero de AP, es que su marido Jim se enteró de sus planes leyendo el International Herald Tribune mientras se encontraba en viaje de negocios en Tailandia.
Jim respetó el deseo de su mujer y accedió a encabezar su comité exploratorio, formado sobre todo por personal voluntario. Se presentó como una política liberal pero individualista, ajustada al espíritu del Oeste. Empezó con fuerza. En el mes de agosto recaudó más de 350,000 dólares en una sóla noche, en un evento masivo organizado en Philadelphia por la National Organization for Women, la principal fuerza detrás de su candidatura.
Los medios la recibieron con críticas positivas, la bautizaron como "Blancanieves" y empezaron a referirse a los otros candidatos como "los siete enanitos." En un sondeo de la revista Time en septiembre, Schroeder era la candidata mejor valorada cuando se preguntaba a los votantes qué candidato les generaba más confianza o qué candidato se sentirían más orgullosos de apoyar. Pero la misma encuesta advertía que sólo un 9% la nombraba como su primera opción, y que hasta un 30% del electorado consideraba que una mujer sería peor Presidente que un hombre.
A mediados de septiembre había recaudado sólo 850,000 dólares de los 2 millones que los expertos le habían asegurado que tendría que recaudar en la fase exploratoria para ser una candidata viable. Su marido le presentó un memorandum con los pros y los contras para tomar una decisión definitiva que le correspondería a ella. El memo decía que habían empezado demasiado tarde y llevaban una importante desventaja organizativa y financiera respecto a sus competidores, pero que había posibilidades de remontar viendo la buena acogida que habían tenido.
Su marido recibió tres importantes llamadas pidiendo que siguieran adelante. Un petrolero texano le dijo, "estamos preparados, necesitamos a alguien del Oeste, necesitamos a alguien como tu mujer; dime qué podemos hacer." El encuestador Lou Harris le dijo, "tu mujer es ya la número tres y puedo prometerte que para el caucus de Iowa y la primaria de New Hampshire será la número dos." Y Bill Dunfey, antiguo presidente de los demócratas de New Hampshire, le hizo saber que ya lo tenían todo listo para empezar con la campaña.
Pero Schroeder decidió que no. La pasión de los medios y los activistas contrastaba con la falta de entusiasmo que había encontrado entre sus colegas de Washington, DC. Los jefes del partido tenían miedo a que las primarias pudieran desembocar en un cuerpo a cuerpo entre un negro (Jesse Jackson, front-runner después de la salida de Hart) y una mujer, con el consecuente riesgo de balcanización del electorado demócrata y el distanciamiento del votante varón blanco.
El 28 de septiembre, la Congresista Schroeder citó en Denver a medios y seguidores para anunciarles que no sería candidata. Se lamentó de haber empezado tarde y criticó la deshumanización del proceso electoral moderno. Cuando sus seguidores escucharon la decisión y reaccionaron con malestar, Schroeder rompió a llorar. Con la voz entrecortada por la emoción, tuvo que buscar apoyo en su marido, generando uno de esos momentos íntimos en que el espectador siente estar invadiendo la intimidad del personaje aunque el acto sea televisado.
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1 comentario:
Magnífico estos apuntes históricos, Antxon. Sin duda alguna, uno de los principales atractivos de tu blog (y del anterior, claro está)
Un saludo:
Cornelio Sila
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